Lluvia de emociones.

Nunca supo bien en qué momento sucedió por primera vez. Sus padres lo tomaron siempre con esa mezcla de naturalidad y encubrimiento con que suelen manifestarse los mayores respecto de sus hijos y esas acciones que escapan a las conductas habituales de un niño. Expresiones como “ya va a pasar”, es “pura casualidad” o alguna más trivial como “déjate de pelotudeces”, se volvieron costumbre dentro de la familia y amistades cercanas. Lo que le sucedía no era tan grave, pero lo distinto siempre asusta y, como si se tratara de un cadáver, los esfuerzos se concentraban en ocultarlo. Así, prácticamente durante toda su infancia, Milena convivió con silencios y mucha mentira, piadosa, pero mentira al fin.

La adolescencia trajo claridad únicamente sobre la cuestión, porque sobre su existencia (y la de todos) se repetía la oscuridad y la desazón que anticipa la tormenta. Y nunca más acertada la expresión porque justamente en esta etapa de la vida que los libros muestran como más conflictiva que el resto, es cuando entre llantos y más llantos Milena descubrió la verdad. Ya no era casual que apenas comenzara a lagrimear, las gotas cambiaran la fisonomía de ciudades, campos, playas o el sitio exacto donde ella se encontrara. ¡Si hasta parecía olerse la lluvia ante su cambio de ánimo! Sentimientos como el amor, la traición, el dolor, la risa, la compasión, podían atesorar garúas o tempestades. Con igual facilidad, ella podía nutrir los campos o anegarlos por completo, así como convertir un día soleado en un mar de nostalgia.

Con el tiempo y mucho esfuerzo, como si la vida misma la hubiera obligado, la joven comenzó a controlar sus sentires. Se preocupó por dosificar sus emociones. Ya no lloraba por nimiedades, incluso hasta era capaz de contener el llanto. Creció. Y las lluvias se volvieron ocasionales, tanto que ella y su increíble capacidad comenzaron a pasar desapercibidas o lo que es peor, a carecer de importancia para la mayoría. Hoy ya nadie se asombra, emociona o entristece por una llovizna, una tormenta eléctrica o una lluvia torrencial acompañada de aludes. Nadie excepto yo, que sé de la existencia de Milena.

12 Replies to “Lluvia de emociones.”

Dejá un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos necesarios están marcados *